Con diecisiete aprendí que el mundo era solo al fin
para las chicas altas que son guapas y desfilan bien.
San Valentín no conocí,
nunca hubo flores para mí,
solo un espejo en mi salón donde soñaba ser mayor.
A todas las que fuimos duendes y no la veía durmiente
quedando en el teléfono con alguien que nunca existió,
soñando con tener al fin
a quien te invite a salir.
Aquellos diecisiete eran así.
Las chicas de quien nadie hay sus nombres pudo recordar.
Son chicas que alguien dijo que tienen lo que deben tener.
Mil relaciones de interés,
amigas que nunca encontré
que vendían su integridad
por una cita en un sofá.
A todos los que sin querer siempre tienen que vender
sus sentimientos de verdad por la dudosa calidad
de un beso frío en el rincón de alguna oscura habitación
sin esperar después hablar de amor.
Recuerdo a los que como yo San Valentín siempre olvidó
y a los que nadie pronunció su nombre en el teléfono.
Hace tiempo ya y parece que mis diecisiete tuve ayer
que dieron tanto desamor y grietas
en mi corazón.
A todas las que fuimos duendes y no la veía
durmiente quedando en el teléfono con alguien que nunca existió,
soñando con tener al fin
a quien te invite a salir.
Aquellos diecisiete eran así.