¡Aplausos!
Quisiera sonar un sirtaki mientras se tiraban los platos por la cabeza.
Era el hombre orquesta más bien contintado de la zona.
Se lo disputaban los jefes de hoteles a medias pensiones.
Llevaba consigo un amante piano con ropas y lutens.
Que parpadeaban a tientas mientras rescataban.
Era un sirtaki de su cabeza.
Y las señoras de veintimuchos.
Le saludaban con el pañuelo al verlo cantar.
Y el sonrojado con tantas luces.
Se hacía el cuerdo y les ofrecía un sirtaki más.
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
Y las señoras de veintimuchos le saludaban mientras él tocaba toda la noche.
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Gracias!
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